Adrian Castillo, en el artículo Datafication, Dataism, and Dataveillance (2021) habla de la complejidad de este asunto: Podría decirse que todas las prácticas o herramientas de vigilancia y recolección de datos pueden utilizarse tanto con fines positivos como siniestros, tanto para el bienestar como para la guerra. La única condición previa es que actúen como servidores de la democracia, no como sus amos, lo que requiere la mirada vigilante de los ciudadanos digitales educados y de sus representantes políticos. Sin embargo, en la realidad nos encontramos en una posición desfavorable. 

Zuboff (2919), con respecto al aspecto democrático, dice que estamos en total desventaja: “Sin autonomía en la acción y en el pensamiento, tenemos poca capacidad para el juicio moral y el pensamiento crítico necesarios para una sociedad democrática. La democracia también se ve erosionada desde el exterior, ya que el capitalismo de  vigilancia representa una concentración de conocimientos sin precedentes y el poder que conlleva dicho conocimiento. Lo saben todo sobre nosotros, pero nosotros sabemos poco sobre ellos. Predicen nuestro futuro, pero en beneficio de otros. Sus conocimientos van mucho más allá de la recopilación de la información que les proporcionamos. Es el conocimiento que han producido a partir de esa información lo que constituye su ventaja competitiva, y nunca renunciarán a ella. Estas asimetrías de conocimiento introducen ejes totalmente nuevos de desigualdad e injusticia social”. (fragmento de una entrevista realizada por el Harvard Gazette,Laidler, 2019)

Las nuevas desigualdades se expanden rápidamente y ahora, gracias al procesamiento de datos, la vigilancia cobra una nueva magnitud, afectando posibilidades y oportunidades de vida y se ha justificado con argumentos de seguridad nacional, orden social y sobre todo, con la idea de que el intercambio ineludible  de información personal es necesario para poder hacer uso de las plataformas digitales actuales, desde las que construyen relaciones interpersonales (redes sociales, plataformas de esparcimiento), hasta las laborales cruzando prácticamente todos los demás espacios de interacción de las personas.  

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