Es complejo delimitar fronteras en el tema de la vigilancia. Se podría pensar que la vigilancia es necesaria para lograr un orden social, sobre todo en los campos de la gestión pública y privada, donde la burocracia tradicional necesita a las nuevas tecnologías para enfrentarse a la complejidad de las sociedades actuales; que la expansión tecnológica facilita la gobernabilidad. Sin embargo es más complicado. En el caso específico de los datos, como lo vimos cuando hablamos del ecosistema complejo del dataceno, hay un número muy grande de agentes por los que pasa la información (gobiernos, empresas nacionales, empresas internacionales) y esto dificulta muchísimo temas como la transparencia o la garantía de seguridad. Cuando pensamos en la vigilancia pensamos quizá en guardias o policías que están observando constantemente todos nuestros movimientos, sin embargo, en el contexto de la dataficación, lo entendemos de forma un poco distinta.
¿Qué entendemos por vigilancia en el contexto de un mundo dataficado?
La vigilancia digital es cualquier monitoreo intencional de comunicación o información digital. Permite a terceros, tanto actores estatales como privados, crear perfiles de usuarios, mapear redes de usuarios y tener acceso directo al contenido de las comunicaciones. La vigilancia digital amenaza a los defensores, a sus familias, a sus colegas y a aquellos para quienes trabajan y es una tendencia creciente en los ataques digitales dirigidos contra la sociedad civil y los derechos humanos (Tenthoff, O’Carroll, Bogusz y otros, 2016). Shoshana Zuboff, una académica estadounidense que ha dedicado su trabajo a investigar la lógica con la que funcionan estas corporaciones, acuñó el término capitalismo de vigilancia en el 2015. Ella, en su libro The age of surveillance capitalism: the fight for a human future at the new frontier of power (2019) define el capitalismo de vigilancia como la adjudicación unilateral de la experiencia humana privada como materia prima gratuita para su traducción en datos de comportamiento. (Zuboff, 2019, p. 11).