Vivimos un momento crucial de la historia en el que la intersección de la tecnología y los datos ha transformado drásticamente nuestra forma de vida.
Nuestras actividades cotidianas, desde la comunicación hasta el comercio, se ven muy influídas por la enorme cantidad de datos que recogen y analizan algoritmos y máquinas.
El auge de los macrodatos no solo ha dado lugar a avances en campos como la inteligencia artificial y el aprendizaje automático, sino que también ha suscitado preocupación por la privacidad y la protección de datos.
A medida que aumenta nuestra dependencia de las tecnologías basadas en datos, es importante que consideremos detenidamente las implicaciones éticas de esta nueva era y adoptemos medidas para garantizar que los datos se utilicen de forma que beneficien a la sociedad en su conjunto.
¿Y POR QUÉ NOS DEBERÍAMOS DE PREOCUPAR DE ESTO?
En la actualidad todo lo que hacemos tiene el potencial de ser observado, analizado y guardado en una base de datos (Elmer, G. 2004), es decir, nuestra vida cotidiana está dataficada.
Hay un deseo generalizado de ver cómo se experimenta la “revolución de los datos”, esto es de esperar, sobre todo porque la densidad de los conjuntos tecnológicos sigue aumentando y, al parecer, los procesos relacionados con datos y algoritmos también adquieren un peso y una responsabilidad cada vez mayores (Beer, 2017).
Es así como llegamos al momento en el que las grandes empresas tienen la capacidad de monitorear las minucias de la vida cotidiana de un individuo a partir de la creación de perfiles de personas los cuales podríamos describir como generadores de datos andantes (Eubanks, V. 2018)
Los algoritmos extraen información personal para hacer conjeturas sobre las acciones y los comportamientos probables de los individuos; Las actividades en línea y fuera de línea de una persona se convierten en puntuaciones que las califican y las categorizan.
No se limita a vigilar a los individuos, sino que pretende recoger y analizar datos a gran escala. Comienza a ser un poco preocupante que no tenemos información certera de cómo se utilizan los datos que se producen, de quién lo genera y cuáles son las implicaciones de su uso.
La aparición de este sistema tiene implicaciones para la privacidad y la protección de datos. “Juntos, las estructuras de datos y los algoritmos son dos mitades de la ontología del mundo según una computadora” (Manovich, 1998)