En la búsqueda por descolonizar las tecnologías, emergen nuevas formas de gobernanza que desafían la estructura convencional de la red. Movimientos sociales han impulsado la creación de alternativas a las plataformas convencionales, dando paso a redes comunitarias descentralizadas, gestionadas y mantenidas por la misma comunidad. Este cambio apunta a democratizar el acceso a la información y a redefinir quién tiene el poder sobre nuestras interacciones digitales.
En México y América Latina, ejemplos notables de estas redes comunitarias nos revelan la fuerza y la resistencia de las comunidades locales. Proyectos como “Redes Libres” en México y “AlterMundi” en Argentina son ejemplos palpables de cómo las comunidades pueden tomar el control de su conectividad, construyendo infraestructuras propias y garantizando un acceso más equitativo a la información.
Estas iniciativas no solo ofrecen una alternativa tecnológica, sino también un cambio en la dinámica de gobernanza. Las decisiones sobre el funcionamiento de estas redes son tomadas de manera colectiva, permitiendo a las comunidades tener un papel activo en la definición de las reglas y normas que rigen su conexión digital. Esta forma de gobernanza descentralizada representa un giro significativo frente a los modelos tradicionales, donde las grandes corporaciones detentan el control.
Imaginar otras formas de independencia tecnológica implica reconocer el poder de la comunidad en la toma de decisiones sobre la tecnología que utilizamos. A medida que exploramos y apoyamos iniciativas de gobernanza comunitaria, contribuimos a construir un entorno digital más inclusivo y justo. La descentralización no solo redefine cómo nos conectamos, sino que también desafía la lógica centralizada que a menudo define nuestras interacciones en línea. Es un recordatorio de que, en la era digital, la autonomía y la independencia pueden florecer cuando las comunidades toman las riendas de su propia conectividad.